"La envenenadora de Monserrat"
- Crímenes Misteriosos
- 3 oct 2020
- 2 Min. de lectura
Soy María de las Mercedes Bernardina Bella Aponte y desde chica me decían Yiya. Hija de un militar, nací en Corrientes el 20 de mayo de 1930 y vivía en Buenos Aires, casada con el abogado Antonio Murano. Fui conocida como la envenenadora de Monserrat y ésta es mi historia.

La primera muerte fue el domingo 11 de febrero de 1979, Nilda Gamba, quien era mi vecina, creyeron que estaba intoxicada porque había comido pescado la noche anterior. Yo la cuidé y cuando se descompuso no llamé al médico, dijeron que murió de un paro cardíaco no traumático. Mi segunda víctima fue Lelia Formisano de Ayala, a quien le decían Chicha. Era una amiga de Mar del Plata que paraba en el departamento de Nilda Gamba cuando viajaba a Buenos Aires y que, como ella, me había prestado dinero, el 19 de febrero debía reintegrarle a Chicha 17 millones de pesos, resultado de un préstamo inicial de cuatro millones. Esa mañana la convencí para que fuéramos a un lugar que no pudo ser determinado, y por la tarde volví a buscarla, pero le dije a la portera que no contestaba la puerta. Tres días después la policía la encontró muerta, encontraron masas de confitería en su departamento, parte de mi método de asesinato, chicha también murió de un paro cardíaco no traumático. La investigación se centró en mi tras aparecer la tercera víctima mortal, mi prima Carmen Zulema del Giorgio Venturini, ya que las autoridades encargadas del caso descubrieron tras realizar la autopsia que había sido envenenada con cianuro. Varias personas señalaron que me habían visto salir del edifico, poco después de la muerte, con un papel y un frasco. Bastante tiempo después descubrieron que el papel era un pagaré de mi deuda y el frasco el veneno con el que la asesiné.
Mis primeras dos víctimas también estaban reclamando su dinero, yo era una usurera, le debía a las tres. Las autopsias confirmaron que las tres habían muerto por envenenamiento con cianuro. Lo que más llamó la atención a la sociedad fue mi método para asesinarlas: Las invité a mi casa a tomar el té, envenenado con cianuro, junto con masas de confitería, también envenenadas, y me quedaba con ellas hasta que morían, las veía empeorar, veía como se sentían mal y luego morían.
Finalmente morí en 2014, en un geriátrico, en 1985 me condenaron a condena perpetúa, que fue revocada en 1994, con la ley del dos por uno, dónde me declaré inocente y recuperé mi libertad cuando no pudieron sostener que había utilizado cianuro con mis víctimas, hablaron del manejo de dinero pero nunca de las deudas y me presenté como una prestamista.
Nadie es lo que parece, a veces los monstruos somos personas desesperadas por las deudas y la presión de salir de ellas, por eso, cuando tengan cuidado de a quien le deben o prestan dinero, nunca saben cuándo un simple té puede acabar con tu vida.
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