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Candy Man-El flautista de Hamelín

Soy Dean Arnold Corll, nací el 24 de diciembre de 1939 en Fort Wayne, Indiana y junto a mis cómplices adolescentes David Owen Brooks y Elmer Wayne Henley Jr. cometimos muchos asesinatos en serie, por lo cual gané mis apodos, Candy Man y El flautista de Hamelín, y ésta es mi historia.

Era un niño tímido y serio que rara vez socializaba con otros niños, esto por causa de mi estricto padre, pero que al mismo tiempo mostraba preocupación por el bienestar de los demás, como me había enseñado mi madre quien era muy protectora conmigo.

Cuando mis padres se divorciaron, nos mudamos mi hermano y yo con mi madre a diferentes estados hasta que se casó con un relojero con quien abrió una tienda de dulces, Pecan Prince, donde yo trabajaba operando la maquinaria.

Era bastante solitario incluso en la secundaria donde era un estudiante ejemplar y cuando la terminé, comencé a trabajar a tiempo completo en la dulceria de mi madre, quien se había separado del relojero, la Corll Candy Company, dónde me volví vicepresidente.

Era el año 1963 y nos habíamos instalado en el barrio de Houston Heights. Al año siguiente fuí reclutado por el ejército y enviado a Texas dónde permanecí 10 meses y me retiré con honores, también tuve mi primera experiencia homosexual dentro del ejército.

Luego de eso, devuelta en casa, seguí ejerciendo como vicepresidente de la dulcería hasta que mudaron las oficinas frente al instituto Helms Elementary School dónde le regalaba dulces a los niños luego de las clases, de ahí mi apodo.

Fue en aquella época, 1967, cuando conocí a mis cómplices de solo 12 años en aquel momento, con quienes tuve una relación paterno-sexual. Su papel era sencillo, atraían a mis presas con promesas de fiestas y regalos y los llevaban a mi departamento, dónde los atiborraba de alcohol y drogas para después esposarlos y atarlos a mi tabla de tortura dónde los torturaba y violaba durante días. Aunque en 1970 empecé a asesinar, utilizando mis manos para estrangularlos aunque a veces usaba un arma calibre 22, los envolvía en láminas de plástico y los enterraba en distintos lugares. Entre ellos, en el cobertizo de la cabaña que mi familia poseía cerca del lago Sam Rayburn.

Siempre obligaba a mis víctimas a llamar a casa y a decirles a sus padres que no regresarían, casi siempre eran jóvenes con falta de recursos económicos.

La madrugada del 7 al 8 de agosto de 1973, fuí asesinado por uno de mis cómplices, Henley, que por entonces ya tenía 17 años. Esa noche de había quedado en mi casa junto a dos amigos, un chico y una chica, al ver a la mujer en mi casa me enojé de sobremanera pero al calmarme empecé con el mismo modus operandi: drogar y atar a mis víctimas, en este caso los tres adolescentes. Henley me hizo creer que ayudaría a torturar a las víctimas pero cuando lo solté tomó un arma apuntandome, “¡Tuviste suficiente Dean! ¡No puedo creer que hayas matado a todos mis amigos!” me gritó furioso a lo que contesté “¡Mátame, Wayne!”, sabía que no lo haría, pero en ese momento me disparó en la cabeza a lo cuál me tambalee por el pasillo y él me remató con otros tres disparos.

En 1985 descubrieron 28 víctimas, de las 42 que tuve.


Nadie es lo que parece, a veces quien parece un hombre que solo regala dulces a los niños como muestra de buena fé, es en realidad un sádico que los atrae como ratas, por eso, cada vez que vayan a aceptar algo de un extraño, recuerden mi historia.

 
 
 

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