"El Hannibal Lecter argentino"
- Crímenes Misteriosos
- 5 sept 2020
- 2 Min. de lectura
Actualizado: 1 oct 2020
El 20 de junio de 2008, salí del penal de Urdampilleta, donde había estado encerrado por un robo clasificado; soy Raúl Ernesto Piñel y este es el comienzo de mi historia.

El domingo 29 de junio de 2008, un vecino del barrio Don Cándido, ubicado en la localidad bonaerense de Daireaux, toco a la puerta de mi padre, Raúl Prudencio Piñel. Sin embargo, quien abrió la puerta, fui yo, que en ese momento tenía 33 años. Mi padre había sido abandonado por su familia, su mujer y sus cinco hijos, entre ellos yo, años atrás, a causa de sus reiterados maltratos, había sido violento, pero que ahora se encontraba solo. Las manchas de sangre detrás de mí fueron lo que llamaron la atención de mi vecino al momento de abrir la puerta, el cual fue con la policía.
Cuando volvió con la policía, llamaron a la puerta y atendí con mis manos ensangrentadas y una sonrisa macabra según ellos en mi rostro, los deje pasar a la casa; la sangre estaba en el suelo y en las paredes, pero cuando llegaron a la cocina, encontraron viseras y hasta un pedazo de columna vertebral. Otros restos estaban seccionados y calcinados en una estufa tipo salamandra que había en casa, recuerdo que me preguntaron dónde estaba mi padre, pero lo que más vívidamente recuerdo… Fue mi respuesta a la pregunta, “Ahora lo tengo bien adentro” y era verdad, los oficiales encontraron una olla con órganos de mi padre… Sus riñones y el corazón, los había preparado a la provenzal y había comido parte de ellos. Me entregue sin resistencia, mi padre me las había pagado todas juntas, aun recuerdo la discusión que tuvimos, como lo asesine y desmembré con un cuchillo tramontina.
Actualmente estoy alojado en el neuropsiquiatrico que funciona en la unidad 34 del servicio penitenciario bonaerense, en la cárcel Melchor Romero, en el partido de La Plata.
Nada es lo que parece, a veces los monstruos estamos incluso en la misma familia, escondidos a simple vista.
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