"La jabonera de Correggio"
- Crímenes Misteriosos
- 13 ago 2020
- 2 Min. de lectura
Actualizado: 29 ago 2020
Soy Leonarda Cianciulli, fui una asesina en serie conocida como “La jabonera de Correggio” y esta es mi historia. Nací en Italia el 14 de noviembre de 1893 en Montella, Provincia de Avellino; en el pueblo donde vivía, Correggio, tenía una buena reputación, todos me veían como una madre y trabajadora, me dedicaba a hacer jabones, pero mi reputación no podía estar más lejos de lo que era en realidad.

Tome la vida de tres mujeres, me hacía pasar por vidente, las atraía, las drogaba y el resto es historia. Mi primera víctima fue Faustina Setti, una solterona que buscaba el amor, la convencí de que en otra ciudad el amor estaba esperándola. Le pedí que escribiera cartas a sus familiares y conocidos, tenía que cubrir mi rastro después de asesinarla, y la última vez que nos vimos le ofrecí una copa adulterada, una vez que sufrió los efectos, la asesine con un hacha. Para deshacerme del cuerpo utilice la soda caustica que usaba para los jabones, descuarticé el cuerpo y lo coloque en una olla usando siete kilos de soda caustica, los mezcle hasta disolverlo, era una masa oscura, espesa, que coloque en varios recipientes y los arroje a una fosa séptica. Había guardado la sangre esperando hasta que coagule, la metí al horno, la molí y mezcle con harina, azúcar, huevo, chocolate y mantequilla para hacer unas deliciosas galletas para el té, se las serví a mis visitas, aunque mi hijo Giuseppe y yo también comimos.
Mi segunda víctima fue Francesca Soavi, a quien engañe de la misma manera, con la promesa de un trabajo en una escuela para señoritas fuera de Correggio, también le pedí que escribiera las cartas y use el mismo método para matarla y deshacerme del cuerpo.
Mi tercera y última víctima fue una cantante soprano, Virginia Cacioppo, a ella le prometí un trabajo en Florencia, también le pedí que escribiera las cartas y que no le dijera nada a nadie. Termino en la olla como las otras dos, su carne y su grasa eran blancas, cuando se disolvió le agregue una botella de colonia y después de un largo tiempo hirviendo pude hacer un jabón cremoso muy aceptable. Les di barras de este a mis vecinos y conocidos, hasta las galletas eran mejores, era una mujer muy dulce.
Mi historia termina cuando la cuñada de Cacioppo le hizo saber a la policía sus sospechas de la desaparición de Virginia. La investigación no duro mucho, confesé después de que mi hijo fuera encontrado sospechoso y fui llevada a juicio el cual dictamino que pasaría treinta años en la cárcel y tres más en un asilo mental, en el cual morí de una hemorragia cerebral el 15 de octubre de 1970.
Nadie es lo que parece, a veces los monstruos estamos escondidos bajo buenas reputaciones.

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